Parte I
Uno
Me levante afligida
e insegura de mi cama, sabía que yo no podría más con esto, hasta qué punto
llegaría. Ignorando mis sentimientos me cambié, fui a la cocina, desayuné y me
fui en mi auto al trabajo. Yo trabajo en un hospital, soy médica. Por suerte a
donde voy me queda relativamente cerca, sí coincidiéramos cerca, a diez cuadras.
Yo me incluyo en ese grupo de personas que por más cerca estén de su trabajo,
aun así van en auto. En el trabajo puedo relajarme y salir de la burbuja que
construyo en casa, el trabajar despeja mi mente.
Cae la noche,
termino mi turno, marco tarjeta y me retiro. Llego a casa, abro la puerta, me
cambio y me entro a bañar, el chorro de la ducha golpea mi espalda, la lluvia
empapa mi cara de tristeza, al cerrar mis ojos sólo recuerdo ese feo hecho. En
el baño malos recuerdos abundan mi mente, dentro de los más trágicos, la muerte
de mi marido.
Mi marido se llamaba
Mauro, sólo tenía tres años más que yo, pero en el amor la edad no importa ¿o
sí?, él de ojos marrones y cabellos rubios rizados tan buena persona. Recuerdo cuando
lo conocí, era invierno, hacía mucho frio ese día, recuerdo que tenía que hacer
muchos quehaceres, luego de las interminables listas de tareas que me daba mi
madre decidí ir al parque de la ciudad para tomar un respiro.
Me senté cerca del
lago cuando de repente una extraña nube negra apareció. No me dio tiempo
suficiente para llegar a casa. La lluvia era uno de los tantos problemas que
tuve en su momento, al percibir que estaba lloviendo traté de hacer lo posible
para evitar por mojarme, pero no resultó, mi abrigo se había empapado de agua y
me sentía muy pesada, casi no podía caminar. Vi a lo lejos una casa con toldo
donde refugiarme de la lluvia. Allí un hombre se acercó a mí y con timidez se
presentó
-
Hola.
-
Hola.
-
¿Cómo te llamas?
-
Yo me llamo Valentina, ¿vos?
-
Me llamo Mauro, estas muy mojada, pasa un minuto
para secarte y calentarte.
-
Disculpa pero yo te acabo de conocer. Igual
muchas gracias.
-
No pases frio, por lo menos espera a que te
consiga un abrigo.
Y en un parpadeo él
llego sonriéndome y con un bello abrigo de piel en brazos, yo obviamente lo tomé,
no tenía planeado pasar más frio, me lo puse y le agradecí con una sonrisa cómplice.
Acabó lluvia, le agradecí su hospitalidad y me fui.
Dos
Luego de un tiempo
volví a cruzármelo en la plaza de cuidad, cuando Mauro me vio se me acercó y me
invitó a almorzar con él afuera, vi en sus ojos una chispa, en su momento me di
cuenta que él se había enamorado de mí. Ese día almorcé con una persona a la
que digamos que no conocía, al llegar al restaurante nos sentamos uno al frente
de otro, y una divertida charla se dio. En un momento él me preguntó si yo
tenía novio, a lo que le conteste que no. Esto generó en él una mueca de
alegría, de seguro que pensaba que tenía oportunidad de salir conmigo. Luego él
me preguntó ¿qué tipo de chicos me gustaba?, a lo que yo le conteste que rubios
y de ojos oscuros. Él comenzó a enrojecerse.
Citas como esas se
fueron dando durante un mes, hasta que un día él me citó en su casa, para ese
momento ya le tenía más confianza en él. Cuando fui, él me esperaba con una
merienda americana, merendamos y en un momento nuestras miradas se cruzaron y
nos besamos y él me confesó que se había enamorado de mí el día que llovía
exageradamente. Yo le dije que también me gustaba, luego él me preguntó si
quería ser su novia a lo que le dije que sí.
Tres
Luego de dos años,
éramos muy cercanos, él también trabajaba como médico en otro hospital. Le
pidió que lo transfirieran al hospital donde yo trabaja, por ello ambos nos
íbamos y volvíamos en mi auto al trabajo. Un día me llevó hasta un hotel donde
me sorprendió con su propuesta de matrimonio, me alegre tanto que lloré de la
emoción, todos nuestros familiares y amigos estaban en el hotel. Luego del sí
celebramos yendo a las tinajas, un restaurante de diente libre, por fin tendría
a alguien que me hiciera compañía en mis momentos de depresión y mi casa ya no
estaría más sola.
Un día me puse a pensar
sobre qué sería de mi futuro, quién me haría compañía si mi marido se muriera.
Yo siempre quise tener nieto. Entonces un día le pregunté a Mauro si le
gustaría tener un hijo, a lo que contestó- Yo por ti daría mis días y noches,
te daría las veinticuatro horas de los siete días de la semana de los
trecientos sesenta cinco días del año.
Probamos y
probamos, pero nada sucedía. Hasta que un día decidimos ir con un especialista.
En la clínica esperamos con ilusión de que sólo dijera que no había ovulado,
pero el problema no era mío. Mauro no podría nunca concederme un hijo, él era
infértil. Una tristeza pasajera surgió en mi vida.
Entre Mauro y yo
decidimos hacer una inseminación artificial, por más que fuera caro todo valía
la pena por tener un hijo.
Los segundos,
minutos, horas, días, semanas, años pasaban y yo estaba engendrando un bebe. Con
el apoyo de mi marido pude seguir adelante y no dejar que nada me hiciera
decaer. Cuando por fin tuvimos un hijo, le pusimos Fabricio.
Cuatro
Cuando Fabricio
cumplió los 8 años festejamos su cumpleaños en un salón de fiestas infantil, en
el momento menos idóneo mi hijo salió corriendo hacia la calle principal
seguido de Mauro quien lo perseguía, pero ya era tarde un auto se le abalanzó,
al ver esto mi esposo se arrojó a la calle y logró empujar a mi hijo fuera de
esta, pero esto le costó la vida.
Luego de ese rato
en el cual estuve bajo la ducha, rompí la burbuja en la que estaba y salí del
baño, me sequé y me cambié. Otro día sin dejar salir tantas emociones que tenía
reprimida. ¿Cuánto tiempo podía mantener mis sentimientos cerrados? Otro día de
rutina, al salir del ardo trabajo de hoy me eché a en la cama. Fabricio vino a
mí para hablarme de su día, últimamente he visto Fabricio muy raro, un día le
vi el rostro con un moretón impresionante, le pregunté si alguien lo molestaba,
qué le sucedía. A lo que él me contesto que no era nada que solo se había caído
porque se cayó al correr en el colegio.
Lamentablemente en
la primaria de Fabricio pasó por tres escuelas distintas, siempre la misma
historia. Le di dos años para acostumbrarse al colegio. En su última escuela,
Fabricio conoció a un compañero del cual se hizo gran amigo, el amigo de
Fabricio se llamaba Joaquín. Estos eran muy cercanos, Joaquín muchas veces lo
defendía, obviamente yo no me enteré de que mi hijo era duramente golpeado en
el colegio.
Cinco
Un día descubrí el
por qué Fabricio era golpeado gracias a Joaquín. Joaquín golpea la puerta a lo
que yo lo atiendo, lo dejo pasar y le
invito a merendar. Se sienta en la silla de la mesa y yo me senté al frente de
él.
A lo que él
comienza a hablar
-
¿Está Fabricio en casa?
-
Sí, pero ésta durmiendo
-
Mejor, espero a que no se levanté porque tengo
algo muy importante para decirte
-
O.K te escuchó
Él mientras se
servía mate cocido, me miro a los ojos y me dijo
- He visto a Fabricio muy “cariñoso” conmigo, los otros días
me invitó por un helado, y en la misma heladería me confesó lo que sentía por
mí, me dijo que desde que me conoció, capté toda su atención. Eso me dio a
entender porque es que se desconcentraba en clases y siempre pedía estar en
grupos conmigo, en su comenzó antes de enterarme de lo que ya te dije pensé que
solo era una extraña forma de mostrar su amistad. También al saber esto supe la
razón por la que Fabricio era golpeado por mis compañeros, supongo que era muy
evidente. Y las personas de nuestro colegio son pocos tolerantes, sabía el caso
de un compañero que se cambió de colegio porque se le burlaban por tener pelo
largo.
Cuando él acabó de
hablar, escuché de la escalera una persona bajar era Fabricio, se alegró al ver
a Joaquín en casa, se sentó en la mesa y yo le dije siéntate, a merendar. Él se
acercó a Joaquín, lo saludo y se sentó a la mesa y se sirvió la merienda.
Luego le dije
- Hijo ya sé todo lo que ha sucedido. ¿Podrías sacarte la
remera?
- ¿para qué quieres que lo haga, ésta Joaquín, no puedo
hacerlo?
-Sácate esa remera, quiero ver algo.
Cuando Fabricio se
sacó la remera y pude verle muchos moretones que se repartían entre sus brazos,
piernas y torso. Le pregunté que quien había sido lo había golpeado, a lo que
él se excusó diciendo que se chocaba contra las paredes. Al terminar de decir esto,
Joaquín intervino en la conversación negando lo que había dicho Fabricio,
diciendo- dile la verdad, dile que quien te golpea es Jorge.
Jorge era un
compañero de sexto año de la escuela de mi hijo, este ya había sido expulsado
por la misma causa, no sabía que Jorge le pegará a mi hijo.
-Hijo voy a tener que tomar carta en el asunto.
Joaquín terminó de
merendar, me agradeció la invitación, nos saludó y se fue.
Seis
El día siguiente,
fui a la escuela de Fabricio, pude ir ya que pedí franco ese día, nada era más
importante que mi hijo. Al llegar al colegio toque el timbre y me atendió la
portera, la que me preguntó el motivo por el cual me presentaba ese día. Luego
ella me dirigió con la directora.
La directora me
invitó a entrar, la saludo, y me siento. Y doy pie a la charla
-Buen día directora, quería hablar respecto a mí hijo
- ¿Respecto a qué? ¿Respecto a que está perdiendo el año?
-¡Qué!, me sorprendí. ¿Por qué?, ¿Cómo puedo hacer para no
se quede de año?
-Su profesora de grado, me ha contado que él se distrae
mucho en sus clases, porque se la pasa hablando con su amigo.
-No, vengo a hablar de Jorge
-¿Qué Jorge, el de tercer año o el de sexto?
-El de sexto, él golpea a mi hijo solo por su orientación
sexual. ¿Quería saber quiénes son sus padres?
-Le explicaré, Jorge es huérfano, sus padres murieron cuando
él era solo un niño. Pero lo mismo puedo mandarlo a llamar, para solucionar
este asunto, no sabía que su hijo era golpeado.
Yo pensé para mis
adentros, ah con razón la ausencia de sus padres, lo habrán vuelto una persona
tan fría
Un chico palio de
ojos claros y más alto que Fabricio (pensé seguro que Jorge sería otro más de
los chicos que le gustaba) entró, traté de no levantarme para golpearlo, sabía
que era él pude verlo en sus ojos.
La directora le
preguntó-¿Sabes por qué estás aquí?
-No, directora, no sé por qué estoy aquí
-Ella es la madre de Fabricio, el compañero de cuarto año.
¿Alguna vez golpeaste a Fabricio?
-Sí, me molesta que él sea tan afeminado, un día dijo que le
gustaba y desde ese día me dio por golpearlo.
La directora le
explicó a Jorge que la orientación sexual es una elección, y que si le
molestaba como era Fabricio, que solamente lo ignorara. Al terminar de hablar,
lo castigó dándole tres semanas de suspensión.
Siete
Pasaron días y la
cosa se relajó, Fabricio podía sentirse tranquilo paseando por el colegio. Ya
pasados las tres semanas, Jorge volvió, ese día cuando Fabricio volvió, lo vi
sangrando, esto ya se me estaba yendo de las manos, quizás que nunca tuve que
haber hecho que lo suspendieran, lo que más me entristeció fue que Fabricio me
contara que mientras Jorge lo golpeara le dijera cosas como- maldito maricón,
de putos como vos está el mundo lleno, ¿qué hará el mundo con un puto menos?
Exacto nada. Y que me haya contado que acercaba la cabeza de Fabricio a su
entrepierna diciendo- Pero no es esto lo que querías mamita. Lo que me
sorprendió fue que la pelea fuera publica, o sea que fuera durante el recreo, y
que nadie saltara a defenderlo o por lo menos a separarlos, las profesoras
observando sin hacer nada. Pensé para mis adentros por lo menos digan algo
respecto al tema.
Otro vez la misma
historia, Fabricio se enamoraba de un chico y como los demás le hacían bullyng
debíamos de cambiarnos de colegio, o pensaron los cambios eran solo
coincidencia.
Ocho
Me levanté, cambié
y me fui al trabajo. Al volver de trabajar saludé a mi hijo, por un segundo encendí
el televisor, puse en el noticiero y la voz del anunciante se escuchó. La voz
decía-En la escuela San Isidro hubo un asesinato, murió un compañero baleado en
el patio del jardín, desde la morgue nos confirman que fueron 5 balazos que se
repartieron una bala por extremidad y otra en la cabeza. Quien lo hubiera
matado, le debía tener cierto remordimiento para disparar tantas veces.
Al terminar de
escuchar esto me sobresalté, porque sabía que en esa escuela iba mi hijo,
pensar por un minuto que el culpable fuera Fabricio. Le pregunté que había
hecho Fabricio ese día.
A lo que él se
excusó diciéndome que él en los recreos solo se hallaba en la biblioteca, por
lo que él no sería incapaz de haber sido el homicida, además de donde podría
sacar mi hijo un arma de fuego.
Nueve
Ese día me fui al
centro a comprar mercaderías, le pedí a Fabricio que para cuando yo volviera
tuviese su cama tendida, la cocina limpia y que si iba a traer gente a casa que
la mantuviera limpia.
Al volver, abrí la
puerta y vi una sombra perturbadora de una persona que colgaba del techo, del
cuello de la sombra una cuerda atada y en la mesa de la cocina una carta la que
temía leer. Al ver esto solté un grito despavorido- Mi hijo ha muerto, ¿Por
qué? ¿Por qué él y no yo? ¿Si sabía que
él era maltratado, por qué no hice nada para detenerlo?
Un profundo
remordimiento me abrumaba, me acerqué a la mesa y tomé la carta y la leí.
Querida madre, quería contarte que ya no puedo seguir así, el maltrato
ha sido muy frecuente en mi vida. Sé que este no acabará, se ve que mi
orientación sexual es como mi cruz.
Como es posible que aún en pleno siglo XXI haya gente que sea tan
idiota.
Sé que esto no va a acabar, acaso ¿Qué puedo hacer?
La última alternativa es que finja ser lo que no soy.
Debería poder expresarme como quiera, pero en este mundo de mierda, no
se puede.
Detestó que aún exista gente que solo crea que el hombre solo puede
salir con la mujer.
Que piense que solo por decidir ser otra cosa debes estar en el infierno.
Ni siquiera puedo creer en un Dios que sea quien me protege, porque en
la religión, si soy lo que soy, solo merezco ir al infierno y tener que
quemarme junto a delincuentes y pederastas.
Soy gay cual es el problema.
Acaso por ser lo que soy merezco ser maltratado, separado o alejarme de
la sociedad.
Como veras ya no puedo con esta situación, quiero que este sufrimiento
se detenga.
No merezco seguir viviendo.
No sirvo para nada.
Si no soy
rico, ni carismático, ni bonito, ni musculoso.
No tengo ojos claros, ni soy rubio.
Ja ja, menos mal que no soy negro, porque si lo fuese ya me tuve que
haber matado antes.
Ma, no quiero que te sientas culpable, culpable solo es este mundo hijo
de puta.
Por lo menos me alegra saber que pude hacer justicia.
Sino pregúntaselo a Jorge, si es que no ésta muerto de seguro esta
parapléjico, ojala se haya muerto.
Como último deseo, quiero que le digas a Joaquín que siempre lo amé como
los arboles aman al otoño.
Chau mami quiero que sepas que esto no es culpa tuya, y te doy un adiós
eterno
Diez
Pasó un año de la
muerte de mi hijo y aun así lo sigo extrañando. Entre eso y la muerte de mi
esposo realmente no sé qué voy a hacer con mi vida, yo que no podía soportar
con eso. Un día decidí acabar con ese sufrimiento y fui a la tienda a comprar
una caja de fósforos y luego fui a la estación de servicios en búsqueda de
nafta. Al llegar a casa me bajé y aun sabiendo lo que iba a hacer tomé un bidón
que había llenado de nafta y comencé a volcarlo por toda la casa, por la
cocina, el baño, el comedor, el garaje (donde se halla mi auto), y la
habitación de mi hijo y la mía.
Cuando la nafta
estaba desparramada por todos lados, me acerqué a la cocina y abrí la hornalla
del gas, para morirme quemada. Cuando el gas se había propagado por toda la
casa fui en búsqueda de la caja de cerillas y con coraje decidí agarrar un fósforo
y hacer que mi pelo, mi piano, mis discos y la ropa se envolviesen en llamas.
Llamas flameantes que me quemasen por dentro. Pensé al grado de la locura a la
que había llegado, pero aun así encendí la cerilla.
La chispa del
fósforo envolvió la casa y todo lo que tenía dentro, yo inclusive. Realmente no
sabía lo que había hecho. En realidad, si sabía. Pero lo que me había llevado a
hacerlo era un dolor profundo. Quemar mi casa era para a mí algo simbólico, era
como querer cambiar mi pasado, al quemar la casa se quemaron los recuerdos de mi
esposo y los de mi hijo. Las fotos, diarios, muebles casi todo me hacía
recordarlo. Por eso es que quemé todo, ya que todo lo que se ocultaba en esas
cuatro paredes quedará encerrado, callado entre esas mismas paredes. Paredes
que me acompañaron desde que yo era niña, las que me vieron alegre esos días de
afán y las que me vieron esas noches tristes tambaleando y dudando si suicidarme o
no.
Once
Al encender esa maldita cerilla trate de
arrepentirme, pero ya era muy tarde, ya no podía dar marcha atrás. Lo mismo si
no hubiera encendido, que hubiera hecho. Ya me había hecho mucho daño, me
pregunté ¿Pero quién? Solo sería yo la culpable de mi estado de ánimo, quien si
no, yo era la única que se estaba auto-flagelando. También pensé de forma
satírica- Por más que no hubiera encendido ese fósforo, no iba a limpiar toda
la casa, era demasiado para mí.
Ahora, lo que se preguntan ¿Qué pasó? ¿Si he
muerto, quien se halla hablando?
Pues obviamente, cuando encendí la cerilla
todo se incendió, ver mi casa envuelta en llama me inspiró para hacer un
cuadro. Por suerte cuando estaba por encender el fósforo estaba relativamente
cerca de la puerta principal. Al estar cerca de puerta principal, uno de los
vecinos llamó a los bomberos. Lograron rescatarme, la casa no, pocos segundos
después de que me sacaran de mi casa, que ya estaba hecha cenizas, se cayó.
Dios quiso que yo no muriera. Los bomberos me llevaron al hospital. Por suerte
solo me quemé seriamente las piernas. El daño en mis piernas me forzó a tener
que trasladarme por silla de ruedas a todos lado. En el hospital conocí a un
gran doctor, no solo bueno sino también guapo de ojos verdes y de color de
cabello rojo.
Lo fui conociendo más y más mientras yo
hacía reposo en el hospital. Al darme de baja en el hospital, lo pude
contactar. Cuando ya estaba sana pero
parapléjica, lo contacté para citarlo para comer afuera juntos. Se ve que no le
importo que yo tuviera que trasladarme con una silla de rueda.
Doce
Pasaron dos años más hasta que Valentín, el médico,
me propuso matrimonio. Yo que con esta condición no pensaba poder salir
adelante, conseguir alguien que me quiera era algo muy extraño pensé.
Ambos nos amamos y éramos tan unidos como el
dedo a la uña, compramos una casa para vivir ambos bajo el mismo techo,
compartíamos gastos, por mi condición no pude seguir trabajando como doctor,
ahora estaba trabajando como oficinista del hospital, pero ya no era el mismo
de antes, tuve que cambiarme de hospital. Por lo menos el ver a Valentín todo
el tiempo en el trabajo. Ambos teníamos nuestros altos y bajos, pero entre
nosotros nos apoyábamos.
Un día llamé al trabajo para reportarme
enferma, Valentín me dio apoyo para curarme. Los días pasaban y pasaban yo
parecía estar cada vez peor, fuimos de doctor a doctor, pero nadie sabía lo que
me sucedía. Un día le pedí a Valentín que por favor buscase a una curandera que
le diera una solución a este gran problema que se volvía cada vez peor.
Esta historia ha superado todas mis expectativas, y a pesar de ser una historia apasionante y tragica debemos reconocer que los heroes de verdad existen
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